miércoles, 12 de agosto de 2009

Revenge, se escribe con sangre


No, no soy una persona rencorosa. Al menos no creo serlo. No me las voy a tirar de santurrona tampoco, pero puedo jactarme de decir que casi nunca he hecho las cosas con mala intención, como quien dice con ganas de joder al otro. Si he fregado a alguien ha sido por descuido, daño colateral, or something like that. Pero no porque quise. Hoy si tuve ganas de hacerlo, y muchas, porque me jodieron a mí.

Un error común que uno puede cometer es pensar que los demás piensan como uno. Y vaya que si es un error: te encierras en las cuatro paredes de tu cabeza y solo admites como posible aquello que se concibe dentro de ellas. Pero sabes qué: Hello!! Afuera hay un mundo, y miles de cuadros con ideas muy diferentes a la tuya dentro. Y créeme que a diferencia tuya, hay muchos que en lugar de encerrarse, merodean por las de los demás para ver cómo sacarle provecho.

Ahora que de donde viene todo este sermón: como dije al principio, me jodieron. Grité, maldije, y ¿saben qué? Eso no cambia las cosas… (al menos me sentí un poquito mejor jeje). Pero no, no las cambia. Lo que más me revienta es la palabrita que pasa como un banner por mi cabeza a cada rato: INGENUA. Eso es lo que más rabia me da. Que uno peca de ingenuo y por eso lo agarran de …. “tonto”, para no usar la otra que hace más acertada la frase.

Igual en el trabajo. No con todo el mundo se puede ser amable ni servicial porque te agarran de congo. Ay si, duele admitirlo pero muchas veces me he sentido así. Pero de los golpes es que se aprende, es igual cuando se entrena para una competencia: tienen que dolerte los músculos para saber que trabajaste, “no pain, no gain”.

Mi consuelo de todo esto es mi mamá. No es que mi madre sea una conga, al contrario, es la persona con más carácter que he conocido en mi vida, no muchos se atreven a retar a esa señora. Un día de estos le pregunté si cuando tenía mi edad ya poseía ese magnífico arte de saber cómo ubicar a todo el mundo. Y saben qué, la respuesta fue: “muchas veces me agarraron de conga, pero así aprendí”. Y yo solté un suspiro de alivio. Porque significa que sí, que algún día sabré lo suficiente del arte de tratar a los demás como para evitar errores como el que cometí.

Y pues, ¿venganza? Después de escribir esto como que mí enojo se ha disipado un poco. Mañana cuando ya mis emociones se hayan calmado, entonces veré si me conviene vengarme. ¿Justicia divina? Pues, yo estoy convencida de que sea divina o no, en esta vida todo se paga, y si no es en esta es en la otra. Aquí lo importante es decidir si uno quiere ser el verdugo. En esta ocasión, nada me sería más placentero que eso.

Jueves, 13 de agosto 2009.
12:22 AM

2 comentarios:

  1. Como tu misma dices en otro post, cada uno crea su propia ética.

    La venganza realmente no creo que te haga sentir mejor, por el hecho de devolver la moneda a quien te hizo daño, sino porque con ella te quitas las ganas de hacerlo.

    No se si me explico.

    ResponderEliminar
  2. Miguel... a ver si te capto... tu dices que la venganza hace sentir mejor no por el hecho de hacer daño al otro, sino porque te quita las ganas de hacerlo?.. como si fueses mordido por una serpiente y necesitaras expulsar el veneno, a eso te refieres no?
    Si, tiene sentido. Lo ideal sería expulsar el veneno sin dañar a alguien más... es sólo que a veces simplemente quieres ver sufrir a quien te hizo sufrir. Al final, igual eso no mitiga el dolor.. no cress?

    ResponderEliminar