sábado, 12 de junio de 2010

Mas allá de lo que mis ojos ven


Sábado, 2:37 PM.  Y… estoy en casa.   Si, suena extraño, pero para alguien como yo que trabaja todos los días, a casi todas las horas, esto parece casi un sueño surrealista.
Me metí a estudiar algo y conseguí un permiso en el trabajo para que me permitieran hacerlo este día, con la condición que mantuviese al día mis deberes, que suena fácil pero no lo es tanto por el volumen que tienen.  Lo interesante de todo esto son las cosas de las que vengo a percatarme. 
Vamos a ver si logro explicarme en cortas palabras: se siente extraño cuando no estoy trabajando.  Casi que el 90% de mi tiempo lo ocupo en trabajar.  Por mi mente no pasa otra cosa que no sea eso, y para ser sincera conmigo misma, solamente me percato de lo infeliz que soy haciéndolo cuando tengo esta clase de sábados.   Así de mal estoy, que ni siquiera me doy cuenta ya; porque los domingos estoy tan cansada que mi cerebro lo único que pide es un poco de sueño.
Tampoco es que odie mi trabajo, me da ciertas satisfacciones cuando obtengo ciertos reconocimientos, pero hace un tiempo por mi mente se ronda la pregunta de si realmente vale la pena todo esto, de si estoy pagando un precio alto por algo que ni siquiera sé si realmente quiero.
En teoría, mi inversión de tiempo es porque aquello a lo que me dedico lo pagan bien con la experiencia.  Soy nueva y aún tengo mucho que aprender, mucho por probarle a los demás.  Y creo que ese afán mío de probarle a los demás que sí puedo ser buena, y más aún de probármelo a mí misma es lo que me hace levantarme cada día queriendo hacer las cosas mejor que el día anterior.  Pero no es porque yo ame esto… y creo que justo ahora que lo escribo es que me percato.  La verdad es esa, pero si me preguntase que cosa adoro, me sería difícil responder.  Aunque, la verdad si hay algo con lo que sueño, y es viajar por todo el mundo, conocer otras culturas, estudiar la historia de los países, lo que fueron y lo que serán… pero, ¿adivinen qué?  Nadie me va a pagar para que yo me la pase paseando… ¿cierto?
Quizás lo que pasa es que uno se acostumbra tanto a algo, que te nublas y piensas que no puede existir algo mejor.  Terminas siendo uno de esos conformistas que yo odiaba hace años… y que al parecer, he terminado siendo de cierta forma.
Hoy que no tenía nada que hacer, tomé mi teléfono y pensé llamar a alguna amiga para salir a almorzar.  Llamé a dos y estaban ocupadas, y mi lista terminó allí.   He reducido tanto mi vida social que ya ni amigos me quedan.  Pensé entonces en qué me gustaría hacer, porque no había nada urgente que tuviese que atender, y fue muy difícil encontrar algo, porque, ¿adivinen qué?  No tengo nada que hacer aparte de trabajar…  Mi tiempo libre se ha llenado de obligaciones que he olvidado que cosas solía hacer…
Es difícil pensar en cómo llegué a esto.  Hoy rodeada de chicos un par de años menores que yo, recordé mis tiempos de universidad (hace apenas dos años) y no hago match entre la yo de entonces y la yo de ahora.  Y qué bien se sintió ser estudiante de nuevo, aprender lo hasta entonces desconocido, poder convivir con personas que viven una realidad completamente diferente a la tuya. 
Al final, llegué a la conclusión de que mi vida no tiene por qué continuar siendo lo que es.  Si me mato tanto en mi trabajo diario, no es por el dinero que me pagan (que no es un mal sueldo, pero tampoco son millones), tengo que ver si realmente hay una razón de peso.  En teoría es para aprender… pero ¿realmente yo haré esto en unos años, realmente esto es lo que quiero?   Siendo sincera conmigo misma, no.   La vida tiene que tener otras cosas, tiene que existir algo que me emocione tanto cómo cuando voy a conocer un lugar nuevo o cuando leo algo que me gusta.  Días como hoy me hacen recordar que el mundo es muchísimo más que lo que ven mis ojos.