lunes, 20 de julio de 2009

Another day in hell

Si muriera hoy no me importaría mucho. Bueno, en realidad me importaría por las personas que me aprecian de alguna forma y a los que quizás le haría falta, como mi mamá para empezar. Tampoco es que creo que sean muchas.

He meditado mucho estos días, y al parecer mi cabeza seguirá haciéndolo. Irónicamente el dolor da cierto grado de claridad a las cosas. Por eso en Hollywood, siempre tienen que ocurrir un gran desastre para que las personas se den cuenta de que oh, tuvieron a su madre al lado y nunca le dijeron que la querían; o el chico ese de allá, si, aquel sin el que no puedes vivir pero que en el día a día no volteas a ver. Parece que los seres humanos necesitáramos ver las cosas perdidas para poder darles su verdadero peso. Ya al final… cuando no importa. Sólo en ese instante es que imploras una segunda oportunidad, un poco más de tiempo para hacer las cosas mejor. ¿De verdad eso funciona? ¿De verdad se puede cambiar?

Yo necesito creer que sí. Este fin de semana las cosas no han salido muy bien con el único hombre al que quiero mirar en este instante de mi vida. Y me ha hecho darme cuenta de los múltiples errores que he cometido con él. Y con los demás.

En realidad creo que esto es algo que lleva tiempo deambulando por mi mente. Es la sensación de que la vida es un desastre total, de que no estás haciendo lo que debieras (o más bien lo que quisieras), que se está pasando el tiempo mientras tú estás allí tan solo respirando, dejando que lo que te hace feliz se lo lleve el viento. Y en este momento se juntó todo en el punto de inflexión: o mandamos todo al demonio, o vemos la verdad cara a cara y hacemos algo al respecto.

Algunos de nosotros muchas veces nos plantamos en una alta cumbre en la que no vemos más que a nuestra altura, y se nos olvida que hay otros como tú. Y de tu día que tiene 24 horas, a veces no eres capaz de gastar cinco minutos para levantar el teléfono y preguntar ¿cómo estás?, porque te toma tiempo, porque estás ocupado.

Ja, ocupado. Esa es una palabra maravillosa. En mi trabajo conozco a alguien que siempre está ocupado cuando le pides algo. Y mi impresión de esa persona es que no es muy eficiente que digamos. Porque todos estamos ocupados, pero siempre se puede sacar un poco de tiempo para atender lo que te piden. Es cuestión de organización. Y el que me escucha probablemente pensará que yo soy la mujer más organizada del mundo. Siento decepcionarlos pero no, no lo soy. Al contrario, viéndome en el espejo en estos días creo que a veces soy como mi compañero… una razón más para romper la imagen reflejada.

Ocupada y egoísta. Pues, uno a veces se centra tanto en sus propios problemas, en matar sus propios demonios que te olvidas que la gente que quieres, la que siempre ha estado allí para ti, también tiene los suyos. Y cuando se quiere a alguien tú tienes que estar allí, más que tener, tu quieres estar allí.

Son muchas cosas. He malinterpretado todo y he dado a entender lo que no es. Y mi cabeza es un mar de ideas, pero estoy segura de una sola cosa: lo que siento por el Señor A.

Una de las peores sensaciones, que no le deseo a nadie, es cuando sientes que te esforzaste pero no diste el máximo por razones que al final carecían de validez. He querido ser más de piedra que de huesos en muchas ocasiones, y me he olvidado que sin las emociones la vida carece de sentido. Me he reprimido de hacer muchas cosas que quise hacer, simplemente por pensar que no era lo correcto. ¿Lo correcto para quién? ¿Para los demás?

Si algo he aprendido en estos días, es que sólo tú mismo puedes crear tu ética. Hay ciertas cosas genéricas, pero la sociedad condena muchas veces solamente porque es diferente al canon. Y así, la sociedad vive cargada de estigmas que estoy segura que si el mundo se acabara mañana, se esfumarían más rápido que el vapor.

He sentido que ya todo está perdido. Pero no puedo darme por vencida tan fácil. Tengo que exponer mis razones en un juicio, ya si el jurado dice que soy culpable, tendré que aceptar que pagué un alto precio por lo que he aprendido. Si pudiese tomar me echaría un buen par de martinis, para sentir que el dolor es menos, pero después de tirarme a morir unos días, al final tendré que salir del hueco para darle la cara al sol.

Y para el record: al final, después del trabajo, del dinero, de la rutina que llevas cada día para supuestamente cumplir tu misión en el universo, el amor es lo único que queda y lo único que importa. El amor de la persona que amas, de tu familia, de tu perro, de los amigos sinceros que a pesar de las heridas siguen allí.

Por eso el dolor de la ausencia, de la pérdida es terrible. Pero así mismo como puede destruirte, te puede hacer renacer de las cenizas, más fuerte. Hoy es lunes, y estoy segura que esta semana será un camino pedregoso que me hará sangrar el alma. Pero lo cruzaré con la cabeza en alto, con la fe de que no todo está perdido, con la actitud de la persona que sé que puedo ser.

Hay cosas por las que vale la pena luchar. Ojalá piensen como yo, sino de nada serviría.

9:59 pm

Just the silence in my dark room…