lunes, 28 de diciembre de 2015

Todo tiene un fin


Yo solía recordar una vieja canción que decía algo así como “todo en esta Tierra tiene un fin”.  Cada vez que salía herida por alguna razón y me veía a mí misma sola, solía pensar en aquella canción, y en si sería cierto eso de que “todo” tiene un fin.

¿Será que acaso todo como tal tiene un fin? O por el contrario, será que “todo” es eterno e interconectado. Un algo atemporal y total que no podemos percibir de ninguna manera por nuestra condición humana, o más explícitamente, nuestra condición de seres tridimensionales que se creen la única especie de vida inteligente en todo el universo.  Nuestro nivel de compresión parece limitarnos a una existencia donde los finales existen.  Pero, ¿y si no es así?  ¿Y si el tiempo es una ilusión, la muerte solo un cambio de estado, y la existencia un camino infinito mentalmente incierto pero instintivamente lúcido?  Lastimosamente no poseo la respuesta a ninguna de esas preguntas.  Pero son cosas que regularmente vuelan por mi mente, y más aún por esta época de fin de año.  

Cuando somos niños y jóvenes, me parece que nuestra percepción del tiempo es bastante clara. Pero ¿cómo no tenerla? Si es en esos años donde estamos cambiando continuamente de manera notable: aumentamos de estatura, cambiamos de grado, cambia la forma como entendemos el mundo y la forma como nos sentimos en él; pero me refiero a que cambia drásticamente.  Y pues, estando en la escuela, los periodos de tiempo se miden continuamente: que si bimestres, trimestres, semestres.   El asunto es que estamos al día con la percepción del transcurrir del tiempo. Hasta que viene la universidad, te gradúas y luego comienzas a trabajar.  Y es allí donde comienza el hoyo negro.

Y este “hoyo negro” es en muchos sentidos.  Las personas que son realmente valientes, salen al mundo a hacer esas cosas que ellos realmente quieren hacer.  El resto de nosotros, salimos a hacer esas cosas que creemos que debemos hacer para luego, si se puede, hacer las que queremos.  Y en ese asunto, se va un año, dos, tres y cuando vas a ver pasaron diez, veinte, treinta años.  En algún punto de ese recorrido de seguro te detienes y te pones a pensar en el “algún día estudiaré esa otra carrera, o algún día sacaré tiempo y estudiaré artes marciales, o quizás el algún día tendré una familia”. Hasta que llega el día de nuestra muerte y todos los algún día se convierte en hubieras.

Pero regresemos al asunto de los finales. Mi opinión muy personal es que los finales son necesarios, para evitar que nos suceda lo que acabo de comentarles.  Necesitamos puntos de inflexión para evitar que nuestra vida se convierta en una rutina sin dirección, o al menos, una dirección que nos lleve a aquellas cosas que realmente queremos hacer en esa vida.  Hay que ponerle punto final a los malos hábitos, a las relaciones tóxicas, a la rutina, y a miles de cosas más.  Necesitamos finales para poder poder aprender, y por consiguiente crecer.  Finales para decir: “esto llegó hasta aquí, guardaré los buenos recuerdos y aprenderé de los malos, pero no repetiré la historia nunca más”. 

Ahora, aunque siento que los finales son necesarios, también debo decir que los veo como marcadores en un libro: nos ayudan a saber por donde vamos, pero no tienen nada que ver con la historia que se desarrolla en ellos. Y es que si nos remitimos a la física, el tiempo no existe, pero estamos atrapados en él. Y de nuevo, una opinión muy personal: a mi parecer en el largo camino de la existencia, al final cada uno de nosotros fuimos, somos y seremos partes de un todo.  Hay personas que aparecen en nuestra vida solo para mostrarnos algo que debemos aprender y luego se marchan.  Pero las que forman parte de nosotros, a esas siempre las volveremos a encontrar. 

Y como dice la canción que estoy escuchando en este momento:

“I believe that tomorrow is stronger than yesterday
And I believe that your head is the only thing in your way
I wish that you could see your scars turning to beauty
I believe that today it's okay to be not okay.”


Todo tiene un fin, si probablemente, pero únicamente porque evolucionamos… ciertas cosas quizás sean eternas.  Así que tomen su 2015 como punto de inflexión, como el final de un capítulo. Empieza un nuevo año pronto, un 2016 que será aquello que ustedes decidan que sea.  Porque al final, estamos destinados a cometer los mismo errores siempre únicamente si permitimos que así suceda.

lunes, 2 de febrero de 2015

Sobre sexo, errores y fortalezas de soledad


Siempre he pensado en la vida como un largo camino en el cual transitas para aprender, mientras disfrutas del paisaje.  Pero sin duda, el costo de aprender tiene un precio, a veces alto, a veces bajo.. a veces aceptable y otras no tanto. 

Hace unos días me hacía una pregunta y la vida me la ha respondido de una forma no muy amable.  A estas alturas parece absurdo preguntar en qué punto debe comenzar el sexo en una relación, en el caso en el que a ti realmente te interese la persona y no sea una calentura del momento.  Y la respuesta es que… el sexo hay que retrasarlo hasta que tengas realmente una conexión con la persona, hasta que la conozcas lo suficiente como para que te importe y le tengas la confianza suficiente como para abrirte emocionalmente con él o ella.  Antes de eso, las probabilidades de que termine bien son muy bajas.  Incluyes el sexo en la ecuación y empiezas a confundir las cosas.  Y vale aclarar también que “confundir las cosas” funciona distinto para hombres que para mujeres.  Considerando la sociedad en la que vivimos, para el hombre se pierde la sensación de reto: capturas la presa y termina la caza. Y si no lo pierde, probablemente te conviertas en un pedazo de carne usado solamente para satisfacer un deseo físico.  Para la mujer, generalizando por supuesto, terminas esperando cierta respuesta emocional que la verdad va difícil recibir de vuelta.  Porque tu cometes el error de pensar que la cercanía física es sinónimo de cercanía emocional o intelectual, y no lo ves como lo que es: química, sexo, físico.

Por supuesto que hay excepciones a la regla.  Está el caso que en la primera cita terminan en la cama y es el inicio de algo duradero.  Pero puedo apostar lo que sea a que estos casos son los menos.

Respuesta sencilla, ¿no?  Respuesta que ya conocía. El asunto es que cuando se graba con sangre es más fácil de recordar.  Como todo… a las malas siempre aprendemos. A veces me entristece el hecho de haber salido con ciertos chicos que eran muy buenos, pero que por ciertos errores de mi parte, mandaron todo al mundo del “hubiera”.  Desgraciadamente, sé que quizás esta no sea la última vez que me suceda esto. Esos chicos buenos son como cartuchos que vas quemando, que una vez que se usan una vez no se pueden usar de nuevo.  Después de ciertas cosas es muy difícil que una relación funcione y hay que aprender a vivir con eso.

Y hay que llorar también. Dejar ir las cosas. Solo de esa manera se puede volver a sonreír. 

Hace unos días también discutía con un amigo el hecho de que uno en la vida tiene que “diversificarse”.  Tienes que obtener satisfacción de cosas diversas y no centrar todo en algo o en alguien:  una pareja, un trabajo, un hobbie.  Cuando son varias las fuentes de tu satisfacción, el día que una de esas cosas falla, las otras funcionan como un soporte que te mantienen mientras el pilar que se cayó es reparado.  Pero si tienes solamente uno, puedes esperar una caída estrepitosa de la cual levantarse es tardado y doloroso.

Así que en resumen… es probable que esta noche y un par más me permita soltar unas lágrimas en la soledad de mi habitación. He aprendido también que llorar no me hace débil, al contrario, ayuda a lavar mi alma. Y entonces dejaré a una persona atrás, a uno más, y seguiré adelante.  Quizás es momento de que tome las riendas de mi vida, y en lugar de invertir tanto tiempo y emociones en relaciones que siempre terminan, lo use en invertir en mi propia vida y en tratar de convertirme en la persona que deseo ver frente al espejo.  Eso haré.  Good bye love.  Welcome back loneliness, I think you never left me.