lunes, 24 de mayo de 2010

La Felicidad de la Ignorancia


He tenido uno de esos fines de semana que hace tiempo no tenía: pésimo.  Si pusiera atención de los hechos, la conclusión sería diferente, pero la que ha llevado a que las cosas estén así, soy yo misma; yo y mi fantástico carácter.  Explicar las razones de todo esto aplica para otro post.  El asunto que nos atañe aquí fue una idea que me vino a la mente ahora que acabo de regresar a la casa.   Pues… porque así cómo unos se toman unos traguillos, o le pegan a la mesa para sacar dolor-rabia-frustración (en combo o por separado), yo tomo mi coche y salgo a manejar (debo admitir que entre más tramos rápidos mejor).
Luego de mi sesión de terapia, vengo yo pensando en las inmortalidades de cangrejo y caigo en cuenta que la madre de todas las desdichas  es saber que no tienes por qué tenerlas. ¿Los enredé cierto?  Pero tranquilos, ya les explico.   Imaginémonos que estamos en una de esas extensas planicies africanas, somos de una tribu primitiva y nuestras preocupaciones se centran en como comer y cómo abrigarnos.  Sí, hay unas segundas y terceras, pero esas dos primeras ocupan la mayor parte del tiempo.  Jaja, estoy segura que estas personas tienen tiempo para pensar en si son felices o no…

Por otro lado, vámonos a cualquier ciudad de nuestro mundo occidental, hagamos una averiguación de cuántos consultorios de sicólogos hay, y de la cantidad de pacientes que tienen que tomar antidepresivos, porque “no le encuentran el sentido a su vida”, “que están insatisfechos”…. Bla, bla, bla, sarta de boludos (incluyéndome a mí).  Al parecer nosotros los seres humanos tenemos un apego eterno por la inconformidad, y pues, hay un alto porcentaje de los habitantes de estas ciudades que satisfechos ya con las necesidades básicas, encuentran otras de las cuáles preocuparse, y por las cuales terminan sufriendo.  Que pendejos podemos ser… en serio.  El mundo sería un lugar mejor si cada uno de nosotros en lugar de gastar energía pensando por qué no somos felices, buscándole un sentido a nuestra vida, o pensando en la quinta y sexta pata del gato cojo, nos enfocáramos en disfrutar de las cosas sencillas, como respirar el aire de un parque, o escuchar esa melodía que nos encanta; de seguro estaríamos más dispuestos a ver entonces como podemos ser una mejor humanidad y no el virus que somos actualmente.
Pero, la verdad es que parece ser que entre más “inteligente” y desarrollada se vuelve una sociedad, más complejo se vuelve sentirse contento.  La gente de estas tribus son felices con cosas simples, y nosotros que tenemos dinero no sólo para comer, sino para gastar en otras cosas realmente innecesarias pero que son un must, símbolos de “status”, somos más y más infelices.  Por eso la felicidad quizás esté en la ignorancia… quizás pensamos que avanzamos conforme pasan los años y estamos apagando una parte de nosotros mismos para siempre.
No lo sé.  También estás aquellos que dicen que prefieren una verdad amarga que una mentira dulce.  Yo soy una de esas personas…pero en días como hoy, desearía no esperar tantas cosas, no tener tantas expectativas de mi propia vida, y volver a sentirme feliz simplemente porque hoy pude comer.

Domingo, 23 de mayo, 2010.
10:34 PM